Sin afanes académicos, Ricardo Ancira se propone atrapar la estructura de nuestro pensamiento a través de las expresiones que los mexicanos usamos para comprendernos a nosotros mismos, entender al otro y relacionarnos con el mundo. Más allá de los grandes estudios sobre el ser del mexicano, que buscan comprender nuestra esencia a partir de la filosofía o del mito, el autor nos traza, desde un tono irónico y en ocasiones sarcástico, un retrato fiel de este momento histórico. Al hacerlo nos demuestra —con una lucidez pasmosa y no siempre agradable— que, efectivamente, somos lo que decimos.

La crítica a la religión se ha convertido en un lugar común. Abundan tanto las denuncias a sus abusos históricos e institucionales como las propuestas